Domingo 29. A 2017-10-22 (Domund y Bautizo)
HOMILÍA
Hermanos y hermanas!
En el evangelio que hemos escuchado, los fariseos y los partidarios de Herodes le dirigen a Jesús una pregunta capciosa. Le quieren pilar, para atacarle de frente.
Tengamos en cuenta la situación de Palestina en tiempo de Jesús. El Imperio Romano había invadido Palestina, como lo había hecho con otros territorios. Le han impuesto sus impuestos. Los fariseos y los partidarios de Herodes están de acuerdo en pagarlos, aunque por razones diferentes. Otros muchos lo están también, «porque –dicen− no nos queda otro remedio». Pero hay quienes enseñan y predican que pagar esos impuestos es una injuria contra Dios; porque el único rey es Dios.
En este contexto, le preguntan a Jesús: «¿Es lícito pagar los impuestos?» Jesús se da cuenta de la trampa: si responde que no es lícito, va contra el imperio romano, con las consabidas consecuencias; si responde que es lícito, se enemistará con aquella gente a la que está evangelizando.
Les pide que le traigan la moneda que usan para pagar el impuesto. «¿De quién es esta moneda?» «Del César le responden». Y Jesús: «Dad al César lo suyo y a Dios lo suyo». No le habían preguntado nada sobre Dios. Pero les hace ver, indirectamente, que en el mundo, en el universo no existe nada que no sea de Dios. Hermanos, una vez más, Jesús nos invita a tratar de ver la realidad en toda su totalidad: en su origen, en su historia, en su término. ¿De dónde procedemos, hacia dónde caminamos, dónde lograremos la felicidad total? Hoy no puedo alargarme más sobre este tema.
Tratemos de hacer algunas consideraciones sobre las misiones y sobre el bautismo. Voy a tratar los dos temas conjuntamente.
¿Cómo podemos vivir nuestra tarea misionera, nuestra tarea de bautizados? No se trata de quedarnos en la estratosfera, en algo abstracto. Tenemos que concretizar la tarea misionera y la tarea de bautizados. Como el padre de Arianne es camionero, voy a realizar alguna consideración sobre la vida de los camioneros. Como no conozco al padre de la niña, más que por encima, me siento con más libertad para hablar sobre unos hipotéticos casos.
Un camionero. Cuando éramos jóvenes, se hizo muy famoso un padre pasionista. Se llamaba Patxi. Solía hacer auto stop siempre que estaba libre; pero con los camioneros. Todo el mundo le conocía y los camioneros lo acogían a gusto. Auto stop, ¿para qué? Nada más subir a la cabina, después del saludo, le invitaba al chófer a rezar el rosario. Y esto una y otra vez. Yo no voy a aconsejar al camionero, a que se ponga a rezar el rosario; lo suyo es conducir con prudencia y sabiduría. Sabéis bien lo que significa guiar con prudencia. ¿Y con sabiduría? Para mí sería algo así: de vez en cuando acordarse de su esposa, y decirse: ¡qué buena es, de cuando en cuando es un poco terca, pero qué delicia de mujer!; de vez en cuando acordarse de la hija, del hijo: ¡qué bienaventurados hemos sido al decidir traerte a la vida, qué dichoso soy! Con semejantes consideraciones, iría el chófer, sea quien fuera, enamorándose cada vez más de su esposa, de sus hijos. Y ¿qué decir de la esposa del camionero, sea quien sea? Se me hace un poco más difícil entrar en el corazón femenino. Pero podría ser algo así: qué buen esposo es, qué amable, si no fuera tan tabernero, si cuando hacemos el amor no se durmiera enseguida dejándome a mí tirada… sería el perfectísimo esposo…
Pero quisiera añadir algo más sobre el camionero. Si durante la ruta, al pararse a comer y juntarse con otros dos o tres camioneros, uno de ellos se despachara contra algún despistado chófer que haya podido realizar una entrada en la autopista demasiado mala; repito, si un compañero se despachara contra el citado despistado chófer con palabras como «aquél cabrón», y otro compañero le llamase la atención con buenos modales: «¿por qué hablas así?, ¿no sueles tú también tener algún despiste?, ¿no te parece que ese chófer puede ser una bellísima persona?»
Si a todo ello, le añade nuestro hipotético camionero, durante la ruta, un levantar el corazón a Jesús, a la Virgen María, ¿no sé sentirá más dichoso, más feliz? De esta forma ¿no iría adquiriendo un estilo de vida más sano, más familiar, más amistoso, más humano, más religioso?
Lo dicho sobre el camionero, lo podríamos trasladar a otros sectores. Tenía yo pensado decir algo sobre la vida del sacerdote. Pero no quiero alargarme.
Para terminar. La labor misionera, la labor del bautizado, la labor de los padres para con el bautizado, la considero en la línea de ese hipotético camionero. Que el Espíritu de Jesús nos ilumine. Que la Virgen María nos acompañe. Que vosotros, padres, amona y familiares de Arianne, viváis abiertos para acoger lo que la vida os pueda aconsejar para la educación de la niña.
Dionisio Amundarain